jueves, 7 de abril de 2011

Universidad, ¿escuela peripatética o franquicia?

Escuela de Atenas, Rafael

Cuando decides después de hacer una carrera seguir estudiando, sabes que los objetivos que persigues han cambiado. Ya no buscas cumplir con el curriculum porque, en cierta forma, ya tienes "algo". Ese "algo" ansíado por los padres, y que tiene el mismo efecto en ellos que un diazepam.
Ahora, y por mucho que hayas disfrutado de la primera, el placer no tiene nada que ver. No sientes presión en cada trabajo, en cada exposición, en cada examen, en cada convocatoria; simplemente el placer que te proporciona ir dando respuestas a tus preguntas. Las calificaciones dejan de importar, o por lo menos, importan poco. Y, ¿las becas?, ¿qué becas? yo soy de la aristocracia es mi segunda carrera.
Por eso, cuando un jueves a las tres de la tarde, que bien podrías estar echando la siesta, vas a clase de Psicología del lenguaje (por pura filosofía en el sentido estricto de la palabra, amor a la sabiduría) y te dicen: "Me han despedido, ya no soy profesor de esta asignatura. La universidad a día de hoy no tiene sustituto. Y ésto se sabía desde enero.", te preguntas, ¿de verdad estoy en el centro del conocimiento o en una empresa nacional capitalista en creciente expansión hacia el clasismo?
Cuando además, parte de tus compañeros entran en cólera por el futuro de sus expedientes y las tres décimas sobre la nota final conseguidas en experimentos, te vuelves a plantear la clase de profesionales que se están formando en la cadena de montaje de la universidad.

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