lunes, 30 de enero de 2012

Habitaciones de hotel


Me gustó imaginar, como a todos los hombres,
que la chica que amaba se acostaba con otros,
que se lo hacía incluso con gente de su sexo,
para darle más morbo y más psicopatía.



Luis Alberto de Cuenca.
Erwin Olaf. Hotel Kyoto.



Después de comer dulces, atragantarme y empacharme, decidí embutirme en mis bragas de cuero. Me pinté los labios y esperé en mi cama a que alguien viniese a devorar el cuerpo ya inmóvil, yermo.

Tardaste tanto que me vacié sola para que nadie pudiese entrar y retorcerse en mí y descubrime, que quizás pueda gritar de placer.

Te amo dentro de mi boca, bajando por mi esófago, punzándome el ombligo. Te amo cuando buscas mi desgracia y deshilo las sábanas hasta quedarme en el suelo.

Al final, me gusta besarte en la boca. Primero lento, para creerme que lo que hago contigo no es otra cosa más que el amor. Después te muerdo, para acabar pidiéndote que no te muevas cuando te folle.

Porque contigo, cariño, follo. Con mi marido tengo hijos.